Antes de adentrarnos en el tema, te invitamos a hacerte unas preguntas cuyas respuestas, quizá, no te vengan fácilmente a la cabeza y, así es mejor, porque serán más enriquecedoras si escuchas otras voces más profundas. Hagamos la prueba:

¿Puedes decir que cuando cruzas la puerta de la oficina o enciendes el ordenador cada mañana te muestras tal cual eres o dejas fuera del espacio de trabajo algunas facetas importantes de ti?

¿Qué emoción/ sensación corporal reconoces en ti cuando piensas en un nuevo día de trabajo?

¿Sientes que en tu equipo de trabajo hay lugar para equivocarse y aprender de ello o, por el contrario, los “errores” son vistos como una debilidad e, incluso, castigados?

¿Existe alguna práctica encaminada a fomentar el diálogo y la confianza entre colegas? 

Desde ese punto, te plantemos estas cuestiones:

1 ¿Sigue siendo la estructura jerárquica piramidal- definida por el organigrama- la más adecuada para tu organización, es decir, la que mejor responde a vuestro propósito?
2. ¿Siguen siendo necesarios todos los procesos, planes, formularios de control y calidad que existen actualmente y que “absorben” gran parte del tiempo del personal o se podría aligerar la gestión institucional?
3. ¿Hasta qué punto ese clima conduce a una manera más sencilla y más libre de trabajar?, ¿se sienten los miembros de la entidad más felices y se alejan de la frustración, la desmotivación y el estrés cotidiano?

Tus respuestas son el punto de partida fundamental para reflexionar sobre este tema en los siguientes epígrafes.